
Se percibe su presencia, llega la noche. Los recuerdos se agolpan en los parpados y el cuerpo se invade de nostalgia. Entre sollozos y llantos ahogados duerme el deseo. Deseo de lunas y noviembres que publican incansables cronicas de callados.
Descansa perpetuo en el horizonte, viaja milenios en los silencios de la espera. Su mirar desata batallas contra el pecado y termina vencido, desnudo y tranquilo en la sonrisa de una mujer.
Mujer que se implanta eterna en los cimientos de su ser. Mujer que es solo mujer y lo engrandece con su presencia infinita.
Lunas llenas, medias y nulas iluminan blancas su parecer de soledad, de hombre que camina solo, pero no sabe que la ninfa abraza su alma al soñar.